
Los robots blandos biodegradables están ganando protagonismo en sectores como la monitorización ambiental y la administración dirigida de medicamentos. Su principal virtud es que están diseñados para desaparecer sin dejar rastro tras cumplir su función. Sin embargo, un obstáculo persistente ha limitado su verdadero potencial: la fuente de energía. Hasta ahora, estos robots solían depender de baterías tradicionales como las de litio, materiales que son tóxicos, no comestibles y difíciles de desechar sin impacto ambiental.
En respuesta a este desafío, un grupo de investigadores del Laboratorio de Sistemas Inteligentes de Dario Floreano en la EPFL (Suiza) ha logrado un avance notable: una batería neumática comestible, acompañada de un actuador y una válvula también ingeribles, que juntos permiten un movimiento repetido y autosostenido sin componentes tóxicos.
Ingredientes de cocina al servicio de la robótica
La idea puede parecer salida de una receta de cocina más que de un laboratorio: ácido cítrico (como el que se encuentra en los limones) y bicarbonato sódico (típico en repostería) se combinan para crear una reacción efervescente que libera gas carbónico. Es la clásica «erupción volcánica» que muchos han visto en experimentos escolares, ahora aplicada para generar energía en robots comestibles.
El sistema se basa en dos compartimentos: uno con ácido cítrico y otro con bicarbonato. Cuando el ácido gotea sobre el bicarbonato, se produce una reacción química que libera dióxido de carbono (CO2) a presión. Este gas no solo es inocuo y comestible, sino también lo suficientemente potente como para accionar un actuador neumático.
Movimiento rítmico y sostenible
El actuador está construido con gelatina flexible, un material comestible y fácil de moldear. A medida que el gas generado por la batería entra en el actuador, la presión interna hace que este se doble o expanda, generando movimiento mecánico. Una vez que la presión alcanza un umbral, se libera a través de una válvula también hecha de gelatina con una hendidura que se abre automáticamente.
Este mecanismo de apertura y cierre crea un ciclo continuo de presión y liberación que permite un movimiento repetitivo y autosuficiente, sin necesidad de componentes externos ni recargas. Es como si el robot «respirara» con regularidad, impulsado solo por ingredientes que podrían encontrarse en una cocina.
Control de la velocidad y duración del movimiento
Una de las fortalezas de este sistema es su programabilidad. Modificando el tamaño del orificio por donde cae el ácido cítrico, se puede ajustar la velocidad de generación de gas y, por tanto, el ritmo del movimiento del robot. Del mismo modo, cambiando la resistencia al flujo de gas entre los componentes se puede controlar cuántas veces se repetirá el ciclo.
El sistema permite variaciones tanto en la duración como en la potencia de los movimientos. Las baterías pueden operar desde tan solo 20 segundos hasta más de 10 minutos (650 segundos), adaptándose a distintas necesidades.
Aplicaciones en la vida real: un robot para animales salvajes
Los investigadores demostraron el potencial de esta tecnología en un entorno simulado, desarrollando un actuador activado por pisadas que puede enterrarse bajo tierra. Cuando un animal salvaje, como un jabalí, pisa el dispositivo, se activa el sistema y el robot comienza a moverse repetidamente, imitando el comportamiento de una presa viva.
Este movimiento atrae al animal, que finalmente ingiere el robot junto con su carga útil, que podría ser un suplemento nutritivo o incluso una dosis de vacuna. El beneficio es doble: no queda residuo tóxico en el entorno y se logra un impacto positivo en la salud de la fauna.
Una robótica que se puede comer, literalmente
El artículo, publicado en la revista Advanced Science, destaca no solo la innovación técnica, sino también el potencial ecológico de este enfoque. Utilizar materiales comestibles, biodegradables y de bajo costo no solo reduce la huella ambiental, sino que abre la puerta a nuevas formas de interacción entre humanos, animales y tecnología.
Este tipo de soluciones podría aplicarse a tareas tan diversas como la entrega dirigida de nutrientes, sensores temporales en ecosistemas naturales o incluso juguetes seguros para niños que puedan descomponerse sin peligro.
Al igual que una receta bien equilibrada, donde cada ingrediente cumple una función precisa, este sistema une ciencia, sostenibilidad y creatividad para resolver un problema complejo con herramientas sorprendentemente simples.
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by Natalia Polo via WWWhat's new












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