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"Para que la racionalidad del debate pueda existir, tal y como preconizaba la teoría liberal clásica, no basta la libertad formal de todos los ciudadanos para intervenir. Es preciso también que todos los participantes estén dotados de canales de información eficaces para conocer a fondo la realidad en torno a la que discuten. Requieren además una 'conciencia crítica' que les mantenga alerta y les impulse a aceptar el esfuerzo de analizar con rigor los problemas públicos. Unos ciudadanos despreocupados por la calidad de las informaciones de actualidad que reciben, ignorantes del grado de superficialidad y escasez de las explicaciones de la actualidad pública que llegan a recibir, es un público desposeído de capacidad real de participación" (José Luis Dader)

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El desencuentro del sujeto en la TV




Por cartero@gmail.com


“Yo no se, yo no se que esta pasando, que esta pasando
encendí, encendí la televisión, la televisión

Voy chusmeando, voy chusmeando la programación, la programación
solo veo, solo veo muerte y destrucción, muerte y destrucción

Este mundo esta re loco esta re loco
y en mi TV chorrea sangre chorrea sangre

Yo no se, yo no se que esta pasando, que esta pasando
todo tiene, todo tiene un final, un final.”

(Letra de “Mundo TV”, Dos Minutos)


La inmediatez de la TV repercute en los modos de resignificar la realidad. A su vez, la gran cantidad de publicidades dentro y fuera de las producciones estructura el contenido de los programas y constriñe la independencia de los sujetos de pantalla, y los índices de audiencia determinan la continuidad o discontinuidad de los productos audiovisuales. Este campo macro, del cual los televidentes reproducen imaginarios, está sometido a la lógica del capitalismo: mostrar lo que produce dinero y explotarlo con uno de los principales fines: el económico.


Omar Rincón afirma que “el sujeto se pone en escena para estar en sociedad y cuando regresa a casa está sólo, se encuentra consigo mismo y ya no sabe muy bien quién es. Se es mezcla, fusión, hibridez al estilo de cada soledad.” La vida vertiginosa de los televidentes se pone en escena en la pantalla de la TV. Noticia, publicidad, luego otra noticia, y así sucesivamente hasta el punto de olvidar al día siguiente lo que se dice en los informativos para buscar lo nuevo, lo pasajero, lo candente.


Lo superficial reemplaza lo histórico en un entramado de canales que no buscan explicitar las condiciones de producción de lo material. La lógica comercial de la TV impone su hegemonía a través de las publicidades comerciales, y sus modos de mostrar y construir la realidad social en la cual los sujetos deben reconocerse. Según Barbero, en nuestras sociedades “tenemos una televisión bastarda que no se corresponde con la diversidad cultural”.


Esta alienación es resultado de que sólo unos pocos grupos económicos son dueños de los medios de producción –y por lo tanto de lo que se dice-, y de que lo que prevalece es el fin lucrativo. “Las imágenes se insertan entre lo real y lo verdadero, y constituyen un mundo falso lleno de sombras en el cual nos toca vivir como sujetos sujetados. Por lo tanto, hemos perdido el control sobre quiénes somos o queremos ser, ya que todo es mediado por los lentes y las imágenes producidas por los medios masivos” (Omar Rincón)


La televisión puede ser definida como una máquina semiótica que fija modelos de percepción y que inculca ideologías. Por ese motivo, es menester entender que la televisión global y en particular la TV argentina, se halla inserta en el campo económico que, si bien no determina en ningún caso la cosmovisión de los sujetos a modo de aguja hipodérmica, si es fundamental para la construcción social de identidades. “El campo periodístico actúa, en tanto que campo, sobre los demás campos. En otras palabras, un campo cada vez más dominado por la lógica comercial impone una creciente coerción sobre los demás universos.


A través de la presión de los índices de audiencia, el peso de la economía se ejerce sobre la televisión y, a través del peso de ésta sobre el periodismo, se ejerce sobre los periódicos, incluso los más “puros”, y sobre los periodistas, que, paulatinamente, se van dejando imponer los problemas de la televisión”. Bourdieu coincide con Marx acerca de que lo económico determina lo político, y esto es esencial en el debate acerca de la función de la TV. ¿Debe responder a necesidades sociales? ¿Se puede denominar activo al televidente que consume programas de TV que tienen como fin el entretenimiento de lo “banal”? ¿No habría que preguntarse si los consumidores de TV poseen real participación en el diseño de lo consumido?


La producción de los materiales de TV resignifica y modela las ideologías, “la TV se ha convertido en lugar de la visualidad que ritualiza formas de interpretar el mundo y clasifica las maneras de ver socialmente aceptadas” (Omar Rincón). Por otra parte, Bourdieu afirma que “cuando se hace sociología, se aprende que los hombres y las mujeres tienen su responsabilidad, pero que están mayormente definidos y definidas en sus posibilidades e imposibilidades por la estructura en la que están colocados y por la posición que ocupan en ella”. Entonces, para analizar la TV, se debe explicitar la dialéctica y la estructura que le confiere sentido. “Nada se comprende si no se comprende el campo que lo produce y que le confiere su reducida fuerza” (Bourdieu)


El mercado cada vez más dicta lo que debe ser pensado, y “el conocimiento se disocializa ante la dimensión practica de la vida: hay una perdida del horizonte social que enseña a competir más que a reflexionar y proponer, a cuestionar e innovar” (Martín Barbero) En definitiva, las presiones por el rédito económico son las que priman en el campo televisivo, en desmedro de los consumidores. Incorporar la mirada del otro significaría visibilizar sus problemáticas y sus construcciones de la realidad y lo social.


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