Una colectividad se rige por un Estado cuando el vĆnculo de sumisión de hombre a hombre es reemplazado por una subordinación de principio. Esta despersonalización de la obediencia crea la institución, con su doble imperativo de legitimidad (el jefe es mĆ”s que un soldado afortunado) y continuidad (los jefes pasan, la autoridad queda).
La violencia puede dar a luz un poder de hecho, pero no puede ni suscitar ni perpetuar por sà sola el consentimiento. Este último supone una "dominación simbólica"(Weber), mediante la cual los sometidos incorporan los principios de su propia sujeción. Esta adhesión hace que la autoridad sea "natural", lo cual en reciprocidad, hace "obligatoria" la adhesión.
Una lógica de domincación depende siempre de una logĆstica de los sĆmoblos
Si bien la institución estatal acompaña relaciones de fuerza materiales, las mÔs de las veces de interés económico, funciona en sà misma como un fenómeno de creencia (lo que en Occidente hace el Estado, justamente después de la Iglesia)
Es el espectĆ”culo del Estado el que hace el Estado, asĆ como el monumento hace a la memoria. Estado y espectĆ”culo (fiesta y ceremonia, segĆŗn los grados de implicación decrecientes del pĆŗblico) son tĆ©rminos redundantes. Un Estado que no diera nada a ver y a escuchar, sin rituales, monumentos y documentos, serĆa peor que un rey sin diversiones: una nada.
*ExtraĆdo del libro "El Estado seductor" de Regis Debray
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